Época:
Inicio: Año 62 A. C.
Fin: Año 60 D.C.

Antecedente:
Intervención de Pompeyo



Comentario

Hacia finales del 62 volvió Pompeyo como invencible general que había dado fin a la amenaza de Mitrídates, había doblegado Armenia y sometido a Siria y Judea. Pompeyo recibió un magnifico triunfo y luego, confiado en que nada se le negaría, aunque hubiese licenciado a su ejército, pidió que el Senado ratificase todos los tratados de paz, las provincias que había creado, los reyes que había situado o depuesto en el Este y que revocaran muchas decisiones anteriores de Lúculo. Pedía que se ratificasen inmediatamente y en bloque. Igualmente, pretendía que se repartiera entre sus veteranos y los ciudadanos necesitados de Roma e Italia ager publicus, tomándolo del suelo itálico (incluida la Campania) y de las provincias, fundando nuevas colonias. Pero pudo ver con indignación que, si bien había llegado a convertirse en Princeps sin discusión en el Imperio de Roma, no sucedía lo mismo en la propia ciudad. Con gran sorpresa, comprobó que la recompensa por disolver a su ejército fue la pérdida del poder. Catón pidió que cada uno de los actos de Pompeyo fuese discutido separadamente. Lúculo volvió al Senado sumamente indignado contra Pompeyo para discutir las medidas tomadas por éste en Oriente. La propuesta de Catón y de Lúculo salió adelante apoyada, entre otros, por Craso. Su segunda propuesta -que demuestra la débil posición de Pompeyo- fue hecha pedazos por Cicerón que, entre otras razones, argumentó que las rentas del campo de Campania proporcionaban la fuente de ingresos públicos más segura y más próxima. Incluso cuando Pompeyo intentó una alianza matrimonial con una de las mujeres de la familia de Catón, éste se la denegó. El conflicto de los órdenes volvía a quebrarse inevitablemente una y otra vez. Catón no sólo se había enfrentado firmemente a Pompeyo, sino que había ofendido a los caballeros al amenazar la larga inmunidad que éstos disfrutaban contra la persecución por sobornos en los jurados ecuestres y oponiéndose a que los publicanos que habían pujado por los contratos de recaudación de tasas en Asia lograsen la rebaja que solicitaban del Senado. Su negativa fue acompañada de ofensas a los caballeros, evidenciando la avidez y rapacidad de éstos. César, que había mantenido unas buenas relaciones con Pompeyo, apoyando las peticiones exageradas de honores para él solicitadas por el tribuno Q. Metelo Nepote, prefirió no obstante retirarse temporalmente a la Hispania Ulterior como propretor. Allí derrotó a algunas tribus rebeldes occidentales y logró, al menos, dos cosas: ganarse una reputación militar y reunir bienes suficientes para pagar sus deudas a Craso. Cuando retornó a Italia, en el 60, halló una situación favorable para él. Pompeyo con sus actas (tratados realizados durante sus campañas en Oriente) aún no ratificadas, con sus leales veteranos solicitando con urgencia su recompensa, se sentía frustrado y colérico. Estaba dispuesto casi a cualquier cosa para vengarse de los nobiles con tal de que alguien le dijera qué tenía que hacer. César se prestó a servirle de consejero.